Ir al contenido principal

Democracia y excepción: Tres miradas sobre los gobiernos militares en Guatemala: 1944-1966

Por Javier Calderón

Introducción


En Guatemala, las dos décadas que corren entre 1944 y 1966 son de crisis política constante. Ella inició por la incapacidad de crear un nuevo régimen político, luego de la Revolución de Octubre de 1944 (ROC), que diera cabida a las élites agroexportadores y a los sectores medios y bajos del país. Estas élites, compuestas por terratenientes y militares, reaccionaron negativamente ante las nuevas políticas económicas y electorales que buscaron beneficiar a sectores medios y bajos del país. Entre éstas políticas estuvieron la redistribución de las tierras ociosas de los latifundios, el derecho y libertad de sindicalización, la seguridad social pública, el derecho universal al voto y la libertad de asociación y participación política, entre otras.
Jacobo Arbenz, expulsado de Guatemala en 1954.
Esta reacción se materializó, entre 1954 y 1963, en dos golpes de Estado. El primero, llevado a cabo el Ejército de la Liberación y por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), en la operación PBSUCESS. Su objetivo fue derrocar el gobierno del presidente Jacobo Arbenz Guzmán, a fines de 1954. El segundo fue realizado por el Ejército de Guatemala, al mando del coronel Enrique Peralta Azurdia, en marzo de 1963. Éste sentó las bases para la institucionalización y expansión de los gobiernos militares en el país. Sus dos objetivos fueron: 1) Evitar la segunda candidatura e inminente triunfo de Juán José Arévalo (primer presidente de la ROC), a la presidencia de la República; y, 2) terminar con la crisis política de las últimas dos décadas.
Los nuevos grupos políticos, surgidos a partir de la ROC, buscaron defender y ampliar las condiciones económicas, jurídicas y políticas que habían obtenido a partir de 1944. Esto se expresó en tres triunfos electorales y manifestaciones masivas, siendo las más importantes las de marzo y abril de 1962. Los triunfos fueron: 1) El de Juán José Arévalo (1944), quien benefició principalmente a los trabajadores de las áreas urbanas del país; 2) el de Jacobo Arbenz (1951), quien se enfocó en los campesinos; y, 3) el de Miguel Ydígoras Fuentes (1958), quien reanudó la libertad política en Guatemala, luego que los herederos del Ejército de la Liberación la restringieron.
Las manifestaciones masivas sucedieron a lo largo de todo el periodo. Pero, las de marzo y abril de 1962, compuestas por trabajadores, estudiantes y profesionales urbanos, son consideradas por diversos autores (Francisco Villarán Kramer, además de los citados en este artículo) como las más relevantes para el país (similares a las manifestaciones conocidas como el Cordobazo y el Viborazo, en Argentina, en los sesentas y setentas). Ello debido a que se considera que su represión inició la polarización política de Guatemala, entre una izquierda radical (representada por el Partido Guatemalteco del Trabajo –PGT- y por los movimientos guerrilleros) y una derecha radical (representada por el Ejército de Guatemala y por los partidos políticos herederos del Ejército de la Liberación).
Ante esta inestabilidad política, el Ejército de Guatemala se fue convirtiendo de una herramienta disciplinaria contra opositores a un actor político autónomo. Así, lo que comenzó en 1945 como una obligación constitucional del Ejército, de defender el orden constitucional y democrático guatemalteco, se convirtió en 1963 en una doctrina que justificó la intervención de las fuerzas armadas en el gobierno nacional, hasta 1986.

A partir de este desarrollo histórico, se han elaborado distintas líneas historiográficas que han buscado entender las causas y consecuencias de la ROC, de los movimientos contrarrevolucionarios y guerrilleros y de la participación del Ejército en la política nacional. En este trabajo, donde el objeto de estudio es la cultura de los oficiales del Ejército de Guatemala, entre 1945 y 1966, se centrará en dos áreas específicas: 1) Tres trabajos historiográficos que representan las principales líneas de interpretación y discusión sobre el tema, siendo estos los de Edgar Ruano (izquierda), Carlos Sabino (derecha) y Héctor Gramajo (el Ejército de Guatemala); y, 2) desarrollaremos sus debates con respecto a sí la intervención militar fue positiva o negativa para la vida política del país y sobre las causas que generaron esa intervención (imperialismo estadounidense, reacción oligárquica, protección del orden constitucional y democrático ante la “amenaza soviética” o la ideología de los militares).

Golpes de Estado: Orden, democracia y constitución en Guatemala


A continuación se analizarán las visiones de Edgar Ruano (2012), Héctor Gramajo (desconocido) y Carlos Sabino (2008), sobre las implicaciones de la intromisión del Ejército de Guatemala en la democracia, el estatus constitucional y el orden político del país, entre 1954 y 1966. En general, todos los autores concuerdan en que los golpes de Estado de 1954 y 1963-1966 rompieron el régimen democrático iniciado en 1945. Pero, en lo respectivo al estatus constitucional y a las consecuencias de estos rompimientos, poseen diversas opiniones. Ruano, desde una perspectiva sociológica y de izquierda, describirá como las acciones del Ejército, en contra del régimen democrático, iniciaron una etapa de polarización y violencia en el país. Gramajo, desde su posición de militar reformista, enfatizará en que el Ejército cumplió con su mandato constitucional y con las órdenes emanadas de los distintos gobiernos, pero que ello implicó un retroceso democrático y un incremento de la violencia política. Sabino, desde una perspectiva liberal, estará de acuerdo en que la intervención militar rompió el régimen democrático y constitucional del país, en función de lograr estabilidad política, crecimiento económico y una paz social, que estuvieron amenazadas por los movimientos guerrilleros revolucionarios, en todo el periodo de la Guerra Fría en el país (1960 - 1996).

En su capítulo titulado “El golpe de Estado de 1963”, parte del libro Guatemala: Historia reciente (1954 – 1996) (Figueroa Ibarra, et al. 2012), Edgar Ruano intenta defender dos argumentos: 1) El primero (que se analizará en la siguiente sección), es que los golpes de Estado en Guatemala, en 1954 y 1963, fueron el resultado de una coalición de terratenientes, militares y del gobierno de Estado Unidos, en contra de las reformas políticas y económicas creadas durante los gobiernos revolucionarios (1944-1954); y, 2) que el rompimiento democrático que generaron estos golpes, dio inició a una polarización e inestabilidad política, que trató de ser quebrantada por medio de gobierno excluyentes.


Edgar Ruano Najarro (a la derecha).
Para Ruano, los actores anti democráticos fueron tres, a partir de 1944. El primer actor fue una coalición de élites profesionales, grandes terratenientes y políticos del antiguo régimen liberal (1871-1944). Estas elites participaron en el golpe de Estado de 1954 que creó un régimen político excluyente, en el que solo pudieron participar sectores que estuvieron “contra todo programa y toda práctica política o fines y objetivos que coincidieran con aquellos que enarbolaron o llevaron a la práctica los tres gobiernos del decenio revolucionario”. (Figueroa Ibarra, et al. 2012) Ello lo lograron por medio de una legislación que prohibió la actividad política comunista y cualquier oposición al nuevo régimen. Esto con el objetivo de evitar

“(…) el riesgo de que eventualmente se instaurara en el país un régimen que atentara contra las estructuras de corte oligárquico que persistían en la sociedad guatemalteca y que con ello se hundiera el régimen excluyente creado en 1954.” (Figueroa Ibarra, et al. 2012)

Pero, el presidente electo en 1958, Miguél Ydígoras Fuentes, fue menos excluyente que el régimen liberacionista (1954 – 1957), lo que ocasionó dos problemas para las élites nacionales: 1) El retorno de exiliados políticos al país, entre los que estaba el primer ex presidente revolucionario, Juan José Arévalo, quien regresaba para una aparente exitosa nueva candidatura presidencial (al estilo de Perón en 1973); y, 2) el inicio de una serie de protestas sociales, cuyas principales exponentes fueron las llamadas Jornadas de Abril y Mayo de 1962, y que terminaron en una represión militar y policial.

Para este periodo (1954 - 1963) los Estados Unidos ya se habían convertido en un actor relevante y proactivo en la vida política guatemalteca. Y, según Ruano, dispuesto a “sacrificar una alternativa democrática y reformista, que habría podido caminar al lado de la Alianza [para el Progreso] (…) por el temor de que en Guatemala el comunismo “retomara el poder”” (Figueroa Ibarra, et al. 2012). En estas circunstancias los funcionarios de la CIA, del Departamento de Estado y del Pentágono se opusieron a la segunda candidatura de Juan José Arévalo, a la presidencia de la República, en 1963. John Bell, el Embajador de Estados Unidos en Guatemala, le dijo al presidente John F. Kennedy que Arévalo era comunista y, por ello, indigno de la Presidencia (Figueroa Ibarra, et al. 2012).

            Para Ruano, el Ejército de Guatemala es el tercer actor relevante en contra de las iniciativas reformistas y democráticas que se trataron de impulsar en la época de 1944 a 1963. En su perspectiva, para 1963

“(…) la cúpula militar seguía hegemonizada por la corriente anticomunista más radical que había tomado el poder en 1954, la cual había logrado sortear todas las crisis militares internas y era parte esencial del poder político originado ese año. Por ello veía con especial recelo cualquier posibilidad de que en el país se organizara y eventualmente asumiera el poder una fuerza política que retomara un programa reformista.” (Figueroa Ibarra, et al. 2012)

            Este Ejército no solo eliminó los disensos internos, sino que adquirió autonomía política. Ruano lo ejemplifica con dos eventos: 1) Primero, el informe institucional dado por el ministro de la Defensa, Enrique Peralta Azurdia, a finales de 1962, en donde dijo que “(…) el Ejército ya no (…) se mantendría tras las murallas de sus cuarteles, sino que era una institución dinámica que se entrenaba (…) para los fines que le señalaba la Constitución (Figueroa Ibarra, et al. 2012); y, 2) segundo, el ultimátum dado por el alto mando militar, al presidente Ydígoras Fuentes, en febrero de 1963, para que se definiera en contra del regreso de Arévalo a Guatemala.
            Sin embargo, el  ultimátum llegó tarde para Ydígoras Fuentes. El 27 de marzo de 1963 Juan José Arévalo entró ilegalmente al país, en vísperas del primer aniversario de las Jornadas de Marzo y Abril de 1962. Sin perder tiempo, el 31 de marzo, el coronel Peralta Azurdia dio golpe de Estado al gobierno de Ydígoras Fuentes, en nombre del Ejército. Con ello el Ejército institucinalmente inició una serie de gobiernos militares que terminaron en 1986 y que, según Ruano evitaron el colapso del régimen excluyente establecido en 1954 y eliminaron las posibilidades de establecer gobiernos democráticos y reformistas (Figueroa Ibarra, et al. 2012).

            El trabajo de Héctor Gramajo, titulado Alrededor de la Bandera, es un intento por defender la intromisión del Ejército en la política nacional, debido a su mandato de resguardar el orden constitucional establecido. En este sentido, para Gramajo, el rompimiento democrático comenzó en 1956, con los herederos del Ejército de la Liberación (1954). Para ello se valieron de la excusa del “Macartismo”, para crear una constitución que fortaleciera el ancestral y rígido sistema social y económico y revertir los logros democráticos de la ROC (Gramajo n.d.).

General Héctor Alejandro Gramajo.
            Estas medidas, según Gramajo, “causaron frustración en una minoría, que cayó en manos de otra intervención extranjera [además de la estadounidense], la de los comunistas conspiradores compulsivos (Gramajo n.d.). Su fecha de inicio, es el 25 de junio de 1956, con la masacre cometida por el gobierno contra participantes en una conmemoración estudiantil (Gramajo n.d.). Éstas, entonces fueron confrontadas violentamente por grupos populares (Gramajo n.d.).
            Ante esa violencia, Gramajo menciona que,

““Los Insurgentes” como la dirección política aconsejó llamarles al final, provocaron la reacción de la  institución militar en su función constitucional de defensa del Estado constituido y del poder establecido.” (Gramajo n.d.)

            Carlos Sabino, en su libro Guatemala, la historia silenciada (1945-1989), Tomo II, defenderá dos argumentos: 1) Primero, que los regímenes democráticos, entre 1945 y 1963, habían “nacido muertos”; y, 2) que, ante estos fracasos democráticos y la violencia que los acompañó, la intervención militar en el gobierno fue un elemento suficiente y necesario para generar un clima de paz y crecimiento económico en el país.

            Para Sabino,

“El experimento democrático iniciado con Juan José Arévalo en 1945 derivó, después de la muerte del coronel Arana, en un régimen que pronto agudizó las contradicciones políticas del país y terminó en medio de una lucha fratricida.” (Sabino 2008)

            Este experimento tampoco pudo ser consolidado por Ydígoras Fuentes. Ello debido a que ni él ni Arévalo fueron capaces de “desarrollar un sistema político capaz de absorber o neutralizar a las minorías que intentaban destruirlo (Sabino 2008). Y esto ocurría, según Sabino, porque no podía construirse un sistema político estable ante organizaciones guerrilleras que tenían el objetivo revolucionario de acabar con la estructura institucional del país (Sabino 2008).

            Ante esta situación caótica, Sabino legitima la intervención militar el decir que,

“[s]olo las fuerzas armadas, al comenzar 1963, quedaban como el actor capaz de resolver la compleja y delicada situación creada, impidiendo que el país cayese en una situación de ingobernabilidad que muchos percibían como inminente.” (Sabino 2008)

            En este sentido, Sabino deja entrever que el éxito de este golpe estuvo en dos situaciones particulares: 1) Que, aunque el golpe rompió el orden constitucional del país, el mismo “era esperado por muchos y que amplios sectores de la población lo recibieron con sincera e inocultable aprobación (Sabino 2008), entre estos los partidos políticos mayoritarios (MLN, PR y DC); y, 2) que el golpe era institucional, lo que permitió al coronel Peralta Azurdia asegurar el apoyo de la institución armada (Sabino 2008).

            Finalmente, Sabino validará el golpe de Estado de Peralta Azurdia por tres consecuencias: 1) Porque el equipo de Peralta Azurdia se “enfocó en el saneamiento de las cuentas públicas y en tratar de desarrollar una gestión eficiente y ordenada (Sabino 2008); 2) porque se procuró alcanzar la tranquilidad política necesaria para el crecimiento del país (Sabino 2008); y, 3) porque la economía respondió positivamente al ambiente de estabilidad política y orden fiscal, lo que permitió generar medidas para beneficiar a los trabajadores organizados (Sabino 2008).

Orígenes de los gobiernos militares en Guatemala


            El segundo debate historiográfico que se analizará es el de las causas de la intromisión del Ejército de Guatemala en la política nacional, en las décadas de los 1950 y 1960. En éste, los tres autores (aunque con distinto énfasis) mencionan a la oligarquía, o a los empresarios o a los intereses por mantener el antiguo régimen económico y social, como una de las principales causas que influyeron en la intervención militar en política. Pero, cada uno difiere en cuanto a otras causas posibles. En el caso de Ruano, su segunda causa es la relación entre las fuerzas armadas estadounidenses y las guatemaltecas; para Gramajo es la obligación de los militares de cumplir con el resguardo del orden constitucional; y, para Sabino es el desorden político y social surgido de los intentos democráticos entre 1945 y 1963.
           
            Para Edgar Ruano (2012) existen dos causas que explican el golpe de Estado de 1963, en Guatemala, y que institucionalizó al Ejército como el principal actor político del país. La primera es el papel fundamental que tuvieron las fuerzas armadas como creadoras, junto con los terratenientes, del Estado liberal guatemalteco, desde 1871. En este sentido, Ruano menciona que el Ejército no fue solo una herramienta de la oligarquía terrateniente liberal, sino que sus oficiales también formaron parte de esta oligarquía. Ello debido a que los terratenientes adquirieron grados militares, que les permitieron controlar la institución (tal es el caso del General Don Jorge Ubico, el último presidente liberal, entre 1931 y 1944). Pero, también debido a que altos mandos del Ejército fueron premiados con tierras. En este sentido,

“(…) para las élites guatemaltecas, civiles y militares, el problema no era la cuestión del comunismo, sino el riesgo de que eventualmente se instaurara en el país un régimen que atentara contra las estructuras de corte oligárquico que persistían en la sociedad guatemalteca y que con ello se hundiera el régimen excluyente creado en 1954.(Figueroa Ibarra, et al. 2012)

            Además, como menciona Ruano, con la destrucción del régimen oligárquico, el papel del Ejército como había sido planteado hasta ese momento, se habría vuelto irrelevante. Ello porque el Ejército era la única institución disciplinaria entre los campesinos y los terratenientes, ya que no existía una hegemonía ideológica que legitimara y mediara ese dominio oligárquico.

La segunda causa que menciona Ruano, para la intervención militar, es la identidad ideológica entre las fuerzas armadas estadounidenses y el Ejército guatemalteco (Figueroa Ibarra, et al. 2012). Esta identidad comenzó en 1930, con la contratación de directores estadounidenses para la Escuela Politécnica (primer paso para la profesionalización de los suboficiales) (Figueroa Ibarra, et al. 2012). Pero, debido a la política exterior de los Estados Unidos, durante la Guerra Fría, de “(…) contener el comunismo y defender la libertad y al “mundo libre” de la agresión comunista (…) (Figueroa Ibarra, et al. 2012), la relación entre las fuerzas armadas de ambos países se fortificó.

            Para Héctor Gramajo, la primera causa de la intervención militar, a partir de la década de 1950, fue el interés (no clarifica de quien ¿?) de “fortalecer el antiguo sistema social y económico rígido por medio de la exclusión política, determinada en la Constitución Política de 1956 (Gramajo n.d.). Pero, dado que la Constitución de 1956 fue creada por los herederos de la Liberación, quienes querían eliminar las políticas económicas y democráticas de los gobiernos de la ROC, es de suponer que Gramajo se refiere a los latifundistas, al menos.

            Gramajo menciona, escuetamente, cuatro causas más para la participación militar en el Gobierno. Éstas se pueden clasificar en la categoría de causas culturales/institucionales (Gramajo n.d.): 1) Las actitudes ortodoxas y dogmáticas de militares e insurgentes; 2) el mal manejo de la crisis política, que implicó contestar violencia con más violencia; y, 3) la falta de institucionalización, mística y una clara misión de las instituciones del Estado a cargo de resolver la crisis política de la época; y, 4) el deber militar de cumplir con su obligación de defender el orden constitucional y a las instituciones del Estado.

Dr. Carlos Sabino.
Para Carlos Sabino (2008) la primera causa de la intervención militar en la política nacional, a partir de 1963, está en un “(…) empresariado siempre atento al posible riesgo de que los comunistas se convirtieses de nuevo en un factor decisivo en la vida política del país (Sabino 2008). La segunda causa será la inexistencia de otro actor que tuviera la capacidad de restablecer la paz y generar estabilidad política en el país, más que el Ejército (Sabino 2008). Aunque Sabino no desarrollará más estos temas, los mismos se infieren de una lectura minuciosa de su obra.

Conclusiones


La primera conclusión es que todos los autores, con mayor o menor énfasis, están de acuerdo en poner los intereses de la oligarquía o de los empresarios, como una de las principales causas para que el Ejército rompiera el régimen democrático en el país y se convirtiera en el árbitro principal de la política nacional. Pero, aparte de esto, los autores diferirán en el resto de causas y consecuencias de los gobiernos militares surgidos en Guatemala a partir de 1963.

Sabino y Ruano estarán de acuerdo en que el golpe de 1963 rompió el orden constitucional instaurado en 1956. Pero Gramajo defenderá la posición que el Ejército intervino, precisamente para resguardar ese orden. Por otra parte, para Ruano y Gramajo la intervención militar implicó un retroceso para los progresos democráticos y populares iniciados a partir de la Revolución de Octubre de 1944. Pero, para Sabino fue la inestabilidad política, económica y social producida por los experimentos democráticos entre 1945 y 1963, lo que necesariamente demandó la intervención militar en el gobierno. En este sentido, un último punto defendido por Ruano y Gramajo es que la intervención militar y el belicismo revolucionario guerrillero, hicieron a la violencia como el principal mecanismo de resolución de conflictos en el país, mientras que Sabino rechaza esta tesis y, en cambio, dice que esta violencia surge por la misma inestabilidad democrática.

Bibliografía

Sabino, Carlos. Guatemala, la historia silenciada (1944 - 1989): El dominó que no cayó. Vol. 2. 2 vols. Guatemala: FCE, 2008.
Figueroa Ibarra, Carlos, Sergio Tischler Visquerra, Arturo Taracena Arriola, y Virgilio Álvarez Aragón. Guatemala: Historia Reciente (1954 - 1996). Vol. 1. 3 vols. Guatemala: FLACSO, 2012.
Gramajo, Héctor. Alrededor de la Bandera. Guatemala: Tipografía Nacional. 

Entradas más populares de este blog

Reseña: La Fábula del Tiburón y las Sardinas

Por Javier Calderón La Fábula del Tiburón y las Sardinas es uno de los pocos libros que nos permiten regresar al pasado de Guatemala y de América Latina y compartir las emociones sentidas por uno de sus protagonistas más importantes: Juan José Arévalo Bermejo, presidente de Guatemala de 1945 a 1951. En este sentido La Fábula es, a la vez, un anecdotario, un artículo de opinión, y un diario catártico de uno de los primeros y más importantes presidentes socialistas de la región. Y, aunque la narrativa es a veces tediosa y repetitiva, su claridad permite un entendimiento  prístino de la evolución y actualidad, de los años cincuenta, de las relaciones entre una Latinoamérica militar y políticamente débil ante el imperialismo estadounidense. Entonces, La Fábula se vuelve importante por tres razones principales. La primera, de índole historiográfico, es la descripción de la forma(s), causas, consecuencias y características que los intereses económicos de empresarios estadounidenses

Reseña: Guatemala: La Historia Silenciada I y II

Por Javier Calderón Cada sociedad tiene un período en su historia que aún le genera dolor y resentimiento. En la historia “reciente” de Guatemala, este período corresponde a la época de la Guerra Fría, que comienza con la caída del segundo régimen liberal (1871-1944) y que termina con la destrucción de la capacidad bélica de la guerrilla socialista y el retorno a la democracia civil (1982-1986). Esta época es importante para el país, porque sirvió de parte-aguas entre la modernidad y la pos-modernidad nacional, entre el indio como sujeto del Estado y el maya como formador del Estado, entre la ciudadanía limitada a la ciudadanía universal, entre la política de hombres a la igualdad de géneros y entre el catolicismo omnipresente a la competencia religiosa. Sin embargo, hubo cosas que no cambiaron, como nuestra alta dependencia de los mercados estadounidenses, una economía predominantemente agrícola, un régimen oligárquico, discriminación al indígena, una cultura dictatorial

Reseña:“Guatemala, 1954: La síntesis reaccionaria del poder y la revolución inconclusa

Este ensayo de Sergio Tischler  Visquerra , profesor e investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, es parte del Tomo I de la serie “Guatemala: Historia reciente (1954 – 1996)”, promovida y publicada por FLACSO, con sede en Guatemala. El objetivo de esta obra (Álvarez, 2012), como lo menciona Virgilio Álvarez, uno de sus editores, es “(…) ofrecer una visión amplia y variada de lo sucedido en el país en esa segunda parte del siglo XX (…). [Bajo la consideración] que este periodo histórico ha estado marcado y configurado por un permanente conflicto social (…) ”. Con base en estas consideraciones, Tischler desarrolla un análisis, principalmente gramsciano , sobre el cambio político en Guatemala. Su argumento principal es que el proceso de construcción de una forma estatal nacional-popular, en contra del Estado oligárquico-liberal-imperialista, que comenzó con la Revolución de Octubre de 1944, continúa al día de hoy. Ello debido a dos razones: 1) La primera es que la o