Por Javier Calderón
La Fábula del Tiburón y las Sardinas es uno de los pocos libros que nos permiten regresar al pasado de Guatemala y de América Latina y compartir las emociones sentidas por uno de sus protagonistas más importantes: Juan José Arévalo Bermejo, presidente de Guatemala de 1945 a 1951. En este sentido La Fábula es, a la vez, un anecdotario, un artículo de opinión, y un diario catártico de uno de los primeros y más importantes presidentes socialistas de la región. Y, aunque la narrativa es a veces tediosa y repetitiva, su claridad permite un entendimiento prístino de la evolución y actualidad, de los años cincuenta, de las relaciones entre una Latinoamérica militar y políticamente débil ante el imperialismo estadounidense.
Entonces, La Fábula se vuelve importante por tres razones principales. La primera, de índole historiográfico, es la descripción de la forma(s), causas, consecuencias y características que los intereses económicos de empresarios estadounidenses tuvieron en la región. Es de particular interés el recuento de las invasiones directamente financiadas por empresarios norteamericanos y llevadas a cabo por personas privadas en Latinoamérica, como fue el caso de la invasión de William Walker a Nicaragua. Pero también es importante el listado de las varias invasiones e incursiones militares que el gobierno estadounidense ejecutó durante todo el siglo XVIII y XIX, y con lo cual Arévalo buscaba comprobar su tesis del imperialismo norteamericano. También, es importante recalcar que aunque Juan José Arévalo se auto-declaraba socialista, su método de análisis histórico no es en ningún momento sociológico, estructuralista o marxista, sino más bien racionalista e incluso individualista.
Un segunda razón de la importancia de este texto es que nos permite ver el mundo latinoamericano de inicios de la Guerra Fría, desde “los ojos” de uno de sus actores más importantes. Juan José Arévalo tuvo la oportunidad de llevar a término un gobierno socialista relativamente moderado, que creó leyes que buscaron mejorar la situación de los trabajadores en el país, especialmente en el área urbana, y salió del ejercicio del poder de forma pacífica, en el momento en que empezaba la Guerra Fría. Además, el inicio del macarthismo, en 1950, y el derrocamiento de Jacobo Arbenz, en 1953, con apoyo estadounidense, terminaron de desarrollar el pensamiento anti-americano de Arévalo, el cual ha sido compartido por muchas generaciones de intelectuales latinoamericanos hasta el día de hoy.
Un tercera razón por la cual consideró valioso leer La Fábula, es porque ella nos permite compartir y experimentar los sentimientos de Arévalo hacia las relaciones estadounidenses-latinoamericanas de las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo XX. En particular, uno es capaz de compartir una sensación de indignación y a veces odio hacia las prácticas económicas, políticas y militares del gobierno americano en la región. Arévalo es capaz de hacer sentir la frustración que, metafóricamente, puede sentir una sardina, como Guatemala, ante un tiburón, como los Estados Unidos de Norteamérica.
En general, La Fábula del Tiburón y La Sardina permite una lectura fácil y rápida. Es emocionante en un principio, pero se vuelve tediosa por la necesidad de Arévalo de repetir hasta el cansancio su indignación ante las múltiples incursiones y estrategias norteamericanas en Latinoamérica. Finalmente, considero que este es un buen libro en términos de acercarnos al pensamiento latinoamericano socialista de finales de la Segunda Guerra Mundial y, si me piden que le de una valoración de 0 a 10, yo le daría un 5: un libro ligeramente bueno.